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"Aquí en Ronda tenemos nuestra familia de España"
| Actualizado 25.06.2010 - 01:00Ronda
La mayoría de los visitantes que dicen enamorarse de Ronda hablan de su belleza monumental o de su atractivo turístico. Lejos de ese tópico, nuestros protagonistas de hoy, Al Simonds y Diana Simonds, dos periodistas norteamericanos que llevan 38 años pasando sus vacaciones en la ciudad del Tajo, se sintieron atraídos por el carácter de la gente y el trato afable que les brindaron cuando llegaron a la ciudad en 1973 para pasar su luna de miel. No obstante, el primer pálpito con la ciudad le llegó a Diana cuando abrió el balcón de su habitación en el hotel Reina Victoria con vistas al conocido Tajo rondeño. "En aquel momento pensé que este lugar tendría un papel importante en nuestras vidas.
Un pequeño rato de conversación con ambos en la Alameda del Tajo, uno de sus lugares preferidos y junto a la estatua del legendario torero, Pedro Romero, es suficiente para darse cuenta de que son unos grandes conocedores de la sociedad rondeña. "Aquí en Ronda tenemos nuestra familia en España", afirman casi al unísono en un casi perfecto español que han ido perfeccionado con el paso del tiempo. De hecho, durante el resto del año siguen manteniendo contacto son sus "amigos", y relatan que con frecuencia reciben llamadas telefónicas todavía. "Pero ahora es todo más fácil con internet", reconoce Al, que ha llegado este año con su flamante iPad repleto de música flamenca. Una de sus grandes pasiones. De hecho, cuenta con una de las mayores colecciones de música inédita de Diego del Gastor, por la que ya se han interesado varios centros relacionados con el flamenco, aunque su intención es que ese archivo quede en Ronda.
En la ciudad hace mucho tiempo que dejaron de ser unos turistas desconocidos y durante sus primeros días de vacaciones no dejan de saludar por la calle. De hecho, en tono de broma dicen tener que consultar la agenda cuando alguien les invita a tomar una copa o a comer. "Lo mejor de aquí es la vida en la calle", dice Al, que hecha de menos que en su país no exista esta forma de tomar la vida. "Allí lo ricos están con los ricos y los pobres con los pobres", al tiempo que elogia que aquí pueda estar un simple trabajador junto a un ejecutivo tomando unas copas en un mismo local.
Pero su integración en la ciudad no les ha traído únicamente buenas noticias, como su nombramiento de hijos adoptivos de la ciudad, y es que en este tiempo también han perdido a algunos de sus mejores amigos en la ciudad. Es el caso de Ángel Harillo, un querido pastelero rondeño que falleció hace varios años y que fue la primera persona que les habló en un bar hace ahora 38 años cuando no conocían a nadie. Al y Diana todavía se emocionan al recordarle.
A tal punto llega su vinculación con la ciudad, que son unos asiduos de los bares más tradicionales, donde no dudan en degustar muchas de sus variadas comidas. Para empezar, el desayuno con churros en la churrería de Juan Alba, una de las más antiguas de la ciudad, es una cita ineludible cada mañana cuando salen de su hotel. "Allí todavía se encuentran personas auténticas, especialmente del campo, que con darte la mano vale", explica Al para destacar la honestidad que siguen teniendo muchos de los clientes que acuden a la misma.
En cuanto a su rincón preferido, la Alameda, explican que la tranquilidad que les trasmite el principal parque de la ciudad les hace que de vez en cuando pasen por él o se sienten durante un buen rato en alguno de sus bancos. Y aunque conocen a la perfección los monumentos de la ciudad, no es precisamente lo que más les atrae y llegan a bromear con la ubicación de algunos de ellos.
De momento, siguen teniendo claro que las noches de Ronda y los encuentros con sus amigos en los bares más tradicionales de la ciudad no les faltarán cada año. "Hasta que podamos vendremos de vacaciones a Ronda cada año", afirma Diana.
La mayoría de los visitantes que dicen enamorarse de Ronda hablan de su belleza monumental o de su atractivo turístico. Lejos de ese tópico, nuestros protagonistas de hoy, Al Simonds y Diana Simonds, dos periodistas norteamericanos que llevan 38 años pasando sus vacaciones en la ciudad del Tajo, se sintieron atraídos por el carácter de la gente y el trato afable que les brindaron cuando llegaron a la ciudad en 1973 para pasar su luna de miel. No obstante, el primer pálpito con la ciudad le llegó a Diana cuando abrió el balcón de su habitación en el hotel Reina Victoria con vistas al conocido Tajo rondeño. "En aquel momento pensé que este lugar tendría un papel importante en nuestras vidas.
Un pequeño rato de conversación con ambos en la Alameda del Tajo, uno de sus lugares preferidos y junto a la estatua del legendario torero, Pedro Romero, es suficiente para darse cuenta de que son unos grandes conocedores de la sociedad rondeña. "Aquí en Ronda tenemos nuestra familia en España", afirman casi al unísono en un casi perfecto español que han ido perfeccionado con el paso del tiempo. De hecho, durante el resto del año siguen manteniendo contacto son sus "amigos", y relatan que con frecuencia reciben llamadas telefónicas todavía. "Pero ahora es todo más fácil con internet", reconoce Al, que ha llegado este año con su flamante iPad repleto de música flamenca. Una de sus grandes pasiones. De hecho, cuenta con una de las mayores colecciones de música inédita de Diego del Gastor, por la que ya se han interesado varios centros relacionados con el flamenco, aunque su intención es que ese archivo quede en Ronda.
En la ciudad hace mucho tiempo que dejaron de ser unos turistas desconocidos y durante sus primeros días de vacaciones no dejan de saludar por la calle. De hecho, en tono de broma dicen tener que consultar la agenda cuando alguien les invita a tomar una copa o a comer. "Lo mejor de aquí es la vida en la calle", dice Al, que hecha de menos que en su país no exista esta forma de tomar la vida. "Allí lo ricos están con los ricos y los pobres con los pobres", al tiempo que elogia que aquí pueda estar un simple trabajador junto a un ejecutivo tomando unas copas en un mismo local.
Pero su integración en la ciudad no les ha traído únicamente buenas noticias, como su nombramiento de hijos adoptivos de la ciudad, y es que en este tiempo también han perdido a algunos de sus mejores amigos en la ciudad. Es el caso de Ángel Harillo, un querido pastelero rondeño que falleció hace varios años y que fue la primera persona que les habló en un bar hace ahora 38 años cuando no conocían a nadie. Al y Diana todavía se emocionan al recordarle.
A tal punto llega su vinculación con la ciudad, que son unos asiduos de los bares más tradicionales, donde no dudan en degustar muchas de sus variadas comidas. Para empezar, el desayuno con churros en la churrería de Juan Alba, una de las más antiguas de la ciudad, es una cita ineludible cada mañana cuando salen de su hotel. "Allí todavía se encuentran personas auténticas, especialmente del campo, que con darte la mano vale", explica Al para destacar la honestidad que siguen teniendo muchos de los clientes que acuden a la misma.
En cuanto a su rincón preferido, la Alameda, explican que la tranquilidad que les trasmite el principal parque de la ciudad les hace que de vez en cuando pasen por él o se sienten durante un buen rato en alguno de sus bancos. Y aunque conocen a la perfección los monumentos de la ciudad, no es precisamente lo que más les atrae y llegan a bromear con la ubicación de algunos de ellos.
De momento, siguen teniendo claro que las noches de Ronda y los encuentros con sus amigos en los bares más tradicionales de la ciudad no les faltarán cada año. "Hasta que podamos vendremos de vacaciones a Ronda cada año", afirma Diana.
Un artículo sobre unos clientes del Hotel Maestranza .
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